Sunday, November 07, 2010

LA FUGA DE LOS DONES




Cuando flujos de oro esparcen meandros,

en las insignificantes sábanas de los hospicios.

Cuando comisuras abajo, como huella de caracoles

penden hilos de saliva, y los ojos huyen de los rostros.

Entonces, sólo entonces, escapa el paisaje de los vidrios:

el olvido es una casa de muñecas roída por termitas,

un palomar que se desploma silencioso entre la nieve.

La fuga de los dones es un estampido fabuloso.

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