
Una misma estrella
Moja la tumba
Del degollador de carneros,
Y del que destiló dátiles
A orillas del Gran Río.
Su saliva también resbala
Sobre la nuca y los aparejos
Del distante a una jornada,
Aquel que engarzó sus anzuelos
Y se hizo a la mar con canciones
Al precipicio del alba.
Su destello observó
Traficar hileras de ojos oblicuos,
Arropadas en pieles y sueños
Sobre el gran puente de Beringia.
Sus saetas sobrevuelan
Venerables ruinas,
Vencidas columnas
Mosaicos de delfines.
Ahora humedece los médanos
Donde mi padre silbó sus sueños,
Unge la dispersión del cuarzo,
Las diminutas caparazones.
Escudriña estropeadas cubiertas
Roza el abandono de los náufragos.
Ahora su índice señala
Los pasos del eco en las habitaciones,
El remolino de las hojas
Girando en los salones.
Las lágrimas que ven alejarse,
El azul carruaje del cobarde
Que dijo amar, huyendo enamorado.